Víctor Orive
Un día Claudio me preguntó:
¿qué es lo que te llevó a bailar,
cuál fue la motivación?
Y me escuché respondiendo:
fue la fuerza de auto-anhelo,
afán de superación.
Llegamos y nos vamos
en una danza eterna
que todo lo conecta,
que a todos nos integra
despacio en el espacio,
más allá de tiempo,
del ego y la materia.
Yo me nombré en la Danza
del cuerpo que se doma,
fraguarme en esa honra
me liberó… me sanó…
Me vacié por completo
disolviéndome en la escena
con el corazón abierto
y un instante, solamente,
tras mil horas de esforzarme,
bastó: me transfiguró.
Para desintegrarme
le arranqué toda máscara
que el espejo devolvió.
Cuando quedó sin forma
me quebró por entero
y bailé entre las sombras
de la nada que quedó…
Y en el puro movimiento
que manaba del desierto
me reencontré renovado…
Cuando la Danza del Alma
me tomó mano con mano
… todo, liviano ¡bailó!