Noemí Martínez-Chico
Los intereses de Noemí Martínez Chico como artista, como persona, difuminan las distinciones tradicionales entre intérprete, creador, arte clásico y contemporáneo, estilización de la tradición o ingenio virtuoso. El arte vivido en primera persona, donde la implicación intelectual van de la mano de la entrega física y emocional. Noemí Martínez Chico concibe e interpreta sus propios espectáculos, lo cual no quiere decir que los entiende como una actividad solipsista u onanista. Por el contrario, ha colaborado con artistas de talla internacional, colectivos de todo tipo, y artistas o seres humanos de las más diversas disciplinas y procedencias geográficas y estéticas; ella misma ha viajado por medio mundo mostrándose y nutriéndose de paisajes lejanísimos que estaban en el fondo de su alma. Además de ello, buena parte de su trabajo artístico es una indagación en eso que ahora se ha dado en llamar “relaciones interpersonales”. Su necesidad de vivenciar el arte le ha llevado a ejecutarlo en salas de arte, en bares y locales comerciales, iglesias, museos, universidades … y en la calle, rompiendo así con el tradicional concepto sagrado del mismo, o ampliando dicho concepto a entornos cotidianos. Lo sagrado en el día a día: he ahí uno de los hallazgos del arte contemporáneo en los que Noemí Martínez se ratifica. También ha entendido que este concepto físico del arte se amplía naturalmente a fórmulas como la video-instalación o el cine. Asume, por tanto, que la vanguardia es una de las tradiciones, uno de los lenguajes que el artista tiene a su disposición para expresarse, sin renunciar a una puesta al día de fórmulas clásicas como los bailes flamencos tradicionales.
(Juan Vergillos, Terapeuta Gestalt. Premio nacional de crítica flamenca)